Origen de la devoción de la quema de las cartas

Cuando todavía no se habían terminado las obras de construcción del Santuario, allá por el año 1900, la imagen de San José, ya había sido trasladada de su primitiva Residencia en Barcelona, en la calle San Salvador, a la nueva edificación. En el tiempo que duró la obra de la Iglesia y capilla, San José estaba colocado en un altar provisional, pero digno, donde podía ser visitado por los fieles que lo deseaban.

Cuenta la vida de la Beata Petra que estando ella orando delante de la imagen de San José, se le apareció un anciano que llevaba en su mano izquierda una carta con su correspondiente sello y dirección. Le pareció que una luz desde el cielo descendía reflejándose en aquella carta sobre el sello. Entonces el anciano, señalando el sobrecito con el dedo índice de mano derecha le dijo: “Mira, esto está hecho arriba”, y desapareció súbitamente. Aunque a Madre Petra le pareció que aquel anciano podía ser San José, no alcanzó a comprender el significado de aquello, hasta un hecho sencillo que ocurrió poco después.

Una pobre mujer, enferma de una mano, llegó un día muy atribulada a encomendarse al Santo pues su enfermedad no tenía más perspectiva que una amputación de la misma. Para que su petición estuviese siempre presente, pidió permiso a una Madre para dejarle una nota escrita a los pies. La religiosa no vio en ello nada malo y se lo permitió…  Pocos días después la mujer volvió contentísima a dar gracias a Dios porque por la intercesión de San José le había conservado su mano, que tanto necesitaba para poder trabajar. Muchos devotos imitaron a esta sencilla obrera, escribiendo cartas a San José. La forma de peticiones escritas proliferó rápidamente y sin estar terminada la obra acudían muchas personas a pie o en carruajes, para encomendarse en todos sus problemas al santo.  Aquí comienza un hecho que ocupa un lugar muy importante dentro de la historia del Santuario, porque ha marcado de forma particular la devoción que la gente profesa a San José de la Montaña.

Es difícil imaginar la importancia que cobró la devoción de escribir cartas a San José. En la revista “La Montaña de San José”, desde el año de su aparición, en 1903, podemos entrever algo de ello. Cada mes se procedía a la cremación de las cartas, coincidiendo con el domingo después del día 19, en los que también salía San José en procesión.

Son muchos los comentarios que la devoción a San José de la Montaña suscitaba en Barcelona. En mayo de 1903 se quemaron 3.328 cartas, que provenían no sólo de la ciudad condal, sino que esta práctica se había extendido por todo el país. Todos los meses los periódicos catalanes de la época, tales como El Correo Catalán, La Vanguardia, El Diario de Barcelona, La Dinastía, El Noticiero Universal…, daban buena cuenta de los actos que se realizaban en el Santuario con motivo de la cremación de cartas.

El Ayuntamiento de la ciudad tuvo que poner un tranvía especial que llegase hasta la montaña pelada debido a la cantidad de gente que acudía a ver a San José.

En 1905 se calcula que más de 30.000 personas visitaron el Santuario la festividad de San José. Por aquel entonces llegó a oídos de Madre Petra que el Sr. Cardenal Casañas y el Obispo Auxiliar, D. Ricardo Cortés, tenían algo en contra del Santuario. En julio de 1905, D. Federico Clascar, firmaba un artículo en contra de la obra del Santuario y de la devoción de las cartas en la revista de Montserrat.

Madre Petra, como mujer de temple que era, decidió irse a Roma y solucionar allí el problema. Desde ese momento los acontecimientos se precipitan. Sólo su gran fortaleza y su confianza inconmovible en Dios hizo que Madre Petra, que entonces ya se encontraba muy enferma, luchara por defender lo que ella consideraba era obra de Dios.

El 10 de agosto de ese mismo año se recibió en el Santuario un comunicado del Cardenal Casañas, en el que anunciaba una visita canónica a la casa. Igualmente mandaba depositar en una caja cerrada todas las cartas, prohibiendo quemarlas en público. Se prohibía también dar cuenta directa o indirectamente en la revista La Montaña de San José del número de cartas recibidas.

La prueba fue dura, pero sirvió para que brillase con más fuerza la devoción a San José de la Montaña. La visita de la inspección terminó con el visto bueno del Delegado, que comprobó que todas las noticias en contra del Santuario eran falsas. El día 6 de octubre de 1905 tuvo Madre Petra la dicha de ser recibida en audiencia privada por S.S. Pío X, que no sólo concedió la aprobación para el Santuario y la devoción a San José de la Montaña, sino que incluso le concedió gracias y privilegios extraordinarios.

Por fin, el 6 de noviembre y con la aprobación de Roma, se ponía fin a la polémica suscitada en contra del Santuario a través de un comunicado oficial del Cardenal Casañas, en el que se confirmó que la devoción que la gente profesaba a San José era auténtica.

Un siglo después es mucha la gente que continúa invocando al Santo por medio de cartas, que se reciben diariamente en el Santuario por correo ordinario, redes sociales e internet o  que son depositadas directamente en la urna destinada a tal efecto a los pies de San José.

Bibliografía:

  • Vida y Virtudes de la Sierva de Dios M. Petra de San José. Barcelona, 1929
  • Sobre la Piedra. Mª Virginia Llácer de S. Jose, Blandina Martín de S. José. Valencia, 1994